En las últimas semanas, tanto el New York Times como el New Yorker han dedicado extensos reportajes para hablar del acoso y la violencia sexual ejercida por un conocido ejecutivo de Hollywood llamado Harvey Weinstein, quien en su carrera como productor ha obtenido grandes películas que hoy son referente en el mundo del cine. Ambos medios tuvieron que recurrir a decenas de actices (muchas de ellas muy famosas) para poder sacar un reportaje que, para muchas personas en Hollywood, era un secreto a voces. Un secreto a voces porque durante décadas se hicieron chistes y actrices como Courtney Love ya aconsejaban a otras de no entrar a cuartos a solas con Weinstein o una Angelina Jolie aconsejando a las mujeres nunca trabajar con él.
Pero… ¿por qué tuvo que pasar tanto tiempo para hacer esto público?
El poder que acalla
Lo cierto es que, cuando se trata de hombres que detentan cierto poder, las mujeres nos la pensamos mucho más para denunciar. Ojo: denunciar es de por sí ya difícil; estamos socializadas para agradar a los hombres, nos genera ansiedad que se enojen, que se molesten… Estamos socializadas par justificar muchas de las violencias que ejercen sobre nosotras a lo largo de nuestras vidas. Lo cierto es que es muy probable que todos los hombres en nuestras vidas ejerzan cierto poder sobre nosotras, ya sea porque son nuestros jefes o se encuentran más arriba en alguna jerarquía o simplemente porque son hombres; el género como categoría hace que estas dinámicas de poder se encuentren de manera invisible en todas nuestras relaciones sociales.
En el caso de Weinstein no sólo era un hombre poderoso, sino que el patriarcado, a través de sus sanxs hijxs ayuda a acallar a las mujeres que osasen denunciar: desde condenarlas al ostracismo (caso Rossana Arquette o Mira Sorvino y sus carreras venidas a menos después de decir «no»), hasta ejecutivos bloqueando todo tipo de intento de denuncia y, por último, la respuesta para ridiculizar y culpabilizar a las que víctimas (caso Woody Allen y otros más)
Así funciona el patriarcado: en un engranaje perfecto que hace que las vícitmas siempre vivan con el miedo a denunciar (y muchas veces sin entender o sin aceptar las violencias que vivieron) y con un sistema que, ante el mínimo deseo de denunciar, acallará y generará miedo en las que denuncian. Para que el reportaje existiese tuvieron que pasar muchas cosas. A propósito de ello, les recomiendo este podcast de Slate donde entrevistan a Jodi Cantor, una de las reporteras del NYT.
Del Consentimiento
Para comenzar a entender por qué nos toma tanto trabajo denunciar, por qué preferimos callar, porque no vemos la violencia de inmediato, les recomiento escuchar este audio. Se trata de una entrevista a una actriz canadiense llamada Erika Rosembaum que cuenta de cómo sufrió acoso por parte de Weinstein. Lo vivió en tres ocasiones y ella acepta que nunca habló de ello, que a sus veinte y algo lo vivió como una experiencia molesta y excéntrica; lo bloqueó por completo. En la entrevista ella se culpa bastante, se llama a sí misma «tonta» por haber accedido y por haberle creído a la asistente de Weinstein cada vez que la citaba en su oficina para, de última hora, cambiarle la cita a un cuarto de hotel. En el audio ella se nota culpable, dudosa, se siente tonta. Pero… ¿no nos hemos sentido así todas cuando hemos caído en las garras de alguien que nos ha violentado? ¿No hemos sentido todas la culpabilidad de haber caído? ¿No se han dedicado los que están a nuestro alrededor a decirnos «sí, es tu culpa por haber accedido?
Ojalá todas tuviéramos a alguien en nuestra vida que nos dijera: no, no es tu culpa que este tipo te pegara, te engañara, te violentara, te mintiera, te acosara, te violara.
Del podcast
Una vez que una escucha el audio arriba mencionado quedan muchas dudas y una se encuentra con la otra: todas hemos vivido episodios donde nuestros «no» no fueron respetados, donde fueron tomados como broma o como invitación a seguir avanzando. Aquí es donde les invito a escuchar este podcast llamado «NO» de The Heart Radio (lo puedes escuchar no sólo en su sitio web, sino también en Soundcloud o en iTunes, recomiendo ampliamente la segunda plataforma porque es mucho más amable para escuchar y para guardar episodios y escucharlos cuando no tienes internet o datos)
«No» comienza con un disclaimer: «lo que escucharás aquí puede resultar perturbador». Y sí, resulta sumamente perturbador. Kaitlin cuenta, episodio a episodio los diferentes momentos en que no supo decir que no; porque no se atrevía, porque tuvo miedo de que no la quisiesen, porque no quería hacer sentir mal al que decidió no respetar ese no. Los primeros dos episodios escuchamos entre sus recuerdos de pubertad y juventud y algunas grabaciones (reales) de momentos donde, a pesar del «no», el otro (un hombre) se impuso para conseguir un «sí». Escuchamos sus cuestionamientos y reflexiones (cuestionamientos y reflexiones que nos hemos hecho TODAS las mujeres en algún punto de nuestras vidas) y entendemos que no estamos solas en esos momentos de incertidumbre; y es que nunca lo hemos estado, no somos las únicas, solo que hay un código social que impide que entendamos qué fue lo que pasó, por qué y que hablemos de ello las unas con las otras de manera abierta.
A lo largo de los dos últimos episodios, de alguna manera, Kaitlin le da tregua a esos recuerdos y consigue redención no sólo en hacer el podcast sino en cómo lo hace.
Cuando mi amigo Micro -mi gurú de los podcasts- me recomendó el podcast bajo la advertencia de «está muy cabrón» no creí que estaría TAN cabrón. A la vez que Kaitlin contaba las veces que se sintió presionada y cómo había cedido, recorrieron mi cabeza todas las veces que yo me sentí presionada y cedí. Es un podcast crudo y duro, pero no tiene desperdicio.
Desde el ser mujer y desde el ser socializadas como mujeres, estoy convencida en que tenemos que hablar de lo que eso significa para todas y ocupar todos los espacios donde podamos hacerlo.
Para pensarse
En los últimos dos capítulos, sin embargo, Kaitlin se cuestiona lo siguiente: le cuenta a su papá las veces que algún hombre en su vida no respetó su «no» y su papá minimiza el hecho diciéndole «yo también alguna vez lo hice» y entonces it hits her; «si prácticamente TODAS LAS MUJERES tenemos estas historias y hasta mi papá acepta no haber respetado un *no*, ¿esto significa que todos los hombres han violentado a, al menos, una mujer al no respetar su *no*¨?»
Y esto me dejó pensando. Me dejó pensando tanto en TODOS LOS HOMBRES DE MI VIDA que hice una cena y le pregunté a mis amigos si alguna vez habían escuchado un «no» y aún así habían seguido insistiendo hasta salirse con la suya… Todos me contestaron que sí, que alguna vez en la vida lo habían hecho. Estamos hablando de que mi círculo de amigos (hoy) es uno de hombres que buscan deconstruirse y que están trabajando en sus violencias y, aún así, son hombres que violentaron a amigas, ex parejas, compañeras y mujeres al no aceptar un «no» por respuesta. Eso nos marca, nos hace sentir culpables, nos sume en estados de tristeza y de negación… más cuando somos adolescentes o mujeres más jóvenes.
Tanto Kaitlin como Erika Rosenbaum se cuestionan el por qué lo permitieron, por qué no dijeron que no. Y la respuesta yace en nuestras relaciones de poder derivadas del género y en el cómo se nos socializa: a nosotras se nos socializa para no decir que no, para agradar, para que nos quieran…
Como dije allá arriba: ojalá que todas hubiésemos tenido a alguien que nos dijese que decir que «no» estaba bien y que «no es no». Mi esperanza yace en que cada vez más mujeres y hombres estamos socializando y educando a niñas y niños para que sepan que decir «no» está bien y que todos los «no» deben ser respetados.