Tengo días pensando en este texto y no sé cómo empezarlo. Son una serie de ideas porque, creo, este no puede ser un texto que siga un hilo, porque Roma es una película que toca tantos temas y en un solo encuadre muestra tantas cosas que es inevitable que haya demasiado de lo que hablar y varios temas que tocar. Pero quiero sacar de encima varias para poder seguir a lo que siento como una comezón y un malestar que no me dejan en paz. He de decir que la primera vez que vi la película no entendí que había pasado… tuve que verla una segunda vez para entender mejor lo que sentía y lo que opinaba. La película está tan llena de cosas que es imposible verlas todas la primera vez. Mi recomendación es: hay que verla, por lo menos, dos veces.
He dividido este texto en 3. La ciudad, Libo/Cleo y el Trabajo del Hogar y una teoría. El primer tema es una desviación mía porque lo urbano es algo que me apasiona y, sí, a lo que me dedico. Seguro habrá quién escriba de las cosas que yo no vi en Roma por las desviaciones personales de quien las esgrime.
Empecemos.
La ciudad.
La urbanización. La película es nostálgica no sólo porque está hecha en blanco y negro, sino porque muestra una ciudad que vieron mi madre y mis abuelos. Una ciudad que yo no vi y que seguro ellos recordarán con un vuelco en el corazón y que les recordará momentos de su juventud y pasajes de su vida. Yo, mucho más joven, sólo puedo imaginar esa nostalgia. Pero sí que puedo pensar en muchas otras cosas: en el desarrollo urbano de los setentas y en la creación de Ciudad Nezahualcóyotl en su cuadrícula perfecta: la materialización de la idea gringa de la ciudad que todos esperábamos pero que, siendo México, no es lo que queríamos que fuera. En los 70s era eso: la promesa del progreso, la creación del Infonavit, el ejemplo internacional de la vivienda para todas las personas. Sí: los setentas marcaron la segunda gran ola de urbanización ordenada a partir de la reforma urbana posterior a la revolución mexicana (o esa primer ola) y el “Tierra y Libertad” de Zapata. Ese Neza que sólo habíamos visto en fotos y que Cuarón nos muestra en medio de lodo y de un ordenamiento precario y que se convertiría en lo que es hoy Neza, inundada en promesas de campaña y letreros del PRI en las bardas (tan lejano y tan cercano también).

El sonido/¿ruido?. Y no estoy hablando del diseño de sonido que es una cosa apabullante y abrumadora; esa que te hace sentir dentro de la escena, esa que te hace voltear con nerviosismo a ver quién habló a tu lado sólo para darte cuenta de que no es alguien en la sala, sino que es que el diseño de sonido está hecho de manera tal que estás dentro de la película. Pero no, no estoy hablando de eso: estoy hablando de los sonidos de la ciudad. Una de las cosas que es difícil de olvidar de la Ciudad de México son sus sonidos. Son característicos y son caóticos. Los sonidos de la ciudad que son tan fuertes de retratar: el afilador, el de los camotes, el del fierro viejo, la de los tamales, el del gas; el sonido de las mañanas, de las tardes y de las noches, el sonido de los sábados, el de las vacaciones, el de la época decembrina. Supongo que la película estuvo escrita de forma que retratase los sonidos de la época y que son, sin duda, similares a los del hoy. El caos, la gente, el tráfico, el comercio en calle, la alegría, los aviones que dan la vuelta en la Roma/Narvarte. Porque sí, sin ser cursi: la ciudad de México es así (y casi todas las latinoamericanas: alegres, llenas de gente por una suerte de mezcla entre las actividades económicas, clima agradable y nuestro carácter tan peculiar). He leído ya una docena de veces a gente mencionar el sonido cuando han visto la película en el extranjero porque llevan años viviendo fuera de México. Y es que sí: esta ciudad es también su ruido y éste es, sin duda, único.
La lluvia. Una delas cosas que siempre me han molestado de las películas que se graban en esta ciudad es que nunca retratan su clima fielmente. La muestran soleada, acaso, o simplemente no es parte de lo que se muestra. Contrario a muchas películas que muestran a la ciudad y su clima como uno de los personajes y que, sin que las hayamos visitado, generan una suerte de nostalgia o deseo: Nueva York, Londres,Los Ángeles; la industria del cine y sus fantasías. Sin embargo, ¿notaron la lluvia en Roma? A veces leve, a veces en granizo. Pero allí estuvo, casi siempre. No pude evitar pensar muchas veces en ella y pensar, por las fechas (el embarazo de Cleo, el nacimiento de la bebé, el año nuevo) en si se trataba de esa lluvia de “febrero loco y marzo otro poco” o si eran las lluvias del final del verano y principios de otoño. La ciudad de México es lluvia también, la ciudad de México otrora lago. La ciudad de México no es sin sus 6 meses o más de lluvia, sin los diluvios del verano que vienen justo después de los calores sofocantes de mayo y pedacitos de junio.

“Que llueva, que llueva…” Photo by @
CarlosSomonte
La nostalgia. La de esa ciudad vibrante de los setentas. No pude evitar pensar en mis abuelos y abuelas. En imaginarlas en esta ciudad y en esos vestidos, subidas en el tranvía que yo ya nunca vi. La nostalgia no es mía, no puede ser mía porque yo no viví ese presente. Es una nostalgia que sólo puedo imaginar. Pero la menciono porque será inevitable sentirlo para un par de generaciones y será un tema de discusión. Sí es impresionante la ciudad que la película logra retratar: el Cine las Américas, las fachadas, el tranvía, el vestuario, los coches…

Las Carreras Racing Photo by @
CarlosSomonte
El temblor. Sí, me pareció un recurso sobrado, pero como platicaba con alguien, es cierto que es imposible pensar en esta ciudad sin pensar en sus temblores. Una o varias veces al año. Es una realidad. Eso sí: me tomé con incredulidad la impasibilidad de Cleo, sobre todo porque cuando vienes de otro lugar (o de “provincia”), una siente esas cosas pero… no olvidar que ella viene de Oaxaca y es en esa zona donde tenemos un epicentro común. ¿sería también parte de cómo Cuarón concibió al personaje? ¿es una remembranza de Libo también? ¿las personas originarias de Oaxaca suelen tomarse más con calma los temblores? No sé, a veces pienso que todo en esta película está perfectamente planeado. Por cierto: no, no hubo ningún temblor en la ciudad de México entre noviembre y diciembre de 1970 (que es en el momento en que Cleo está en el hospital), así que tenemos la absoluta certeza de que fue una licencia narrativa de Cuarón.
La ciudad como espacio de lo político. Ésta bien podría ser otra sección del texto, pero decidí incluirla aquí. La Ciudad de México sería imposible de concebir sin su vida política y sin sus manifestaciones. País convulso desde…. ¿siempre? El 68 y el Halconazo son heridas constantes en las remembranzas de la ciudad y se conectan con la historia de Cleo. Aunque haya para quien, quizá, esa conexión no se haya hecho de manera orgánica o magistral en el guión (y quizá le dé un tufo telenovelesco), me parece que cumple y me parece que para quién escribe y dirige era importante mostrar tanto la ciudad, como lo que ocurría en el ámbito sociopolítico, y la historia de Cleo. Sí, quizá no se haya logrado magistralmente, pero lo cierto es que cumple porque entretiene y, a través de una serie de recursos, causa un montón de sensaciones y sentimientos.
Libo/Cleo y el Trabajo del Hogar
El Trabajo del Hogar es un tema profundísimo que deberemos discutir en las siguientes décadas. Es un tema, además, que nos toca a las feministas abordar y sí; abolir el trabajo del hogar y la división sexual del trabajo. Que cuidar niños y niñas y criarles sea cosa de mujeres para que sea cosa de todas las personas. O quizá (y aún no lo sabemos) que las familias del futuro sean las de las mujeres que comparten la crianza y donde los hombres son ausentes e innecesarios (cosa que bueno, ya es así, inclusive en Roma). Esta película es también un retrato fiel de la masculinidad más tóxica: la de los hombres que engañan, los hombres que dejan, los hombres que no se hacen cargo de su paternidad. Y allí es donde vemos una crudísima relación entre dos mujeres que son cruzadas por la misma violencia.

El redoble. To the sound of the drums. Photo by @
CarlosSomonte
He leído ya varias veces que compañeras feministas ven a Roma como una apología de la explotación y a mí me parece que no lo es. Me explico: me parece que no es una apología porque Cuarón no oculta el clasismo de su madre, ni su violencia, ni la explotación. Pudo hacerlo, no olvidemos que se trata de su propia madre y sin embargo, no lo hizo, no ocultó ninguna de esas cosas. Esas formas de violencia están allí, abiertas para que el espectador las mire, las analice, las debata, las problematice. No se oculta el “carajo, Cleo, te dije que limpiaras las cacas del perro” o el “apaga la luz que la señora Sofía se enoja y seguro nos está viendo por la ventana” o los horarios de trabajo de Cleo y Adela. No se oculta, al contrario, está allí con toda su crudeza. Sin duda que puede ser peor y más violenta esa explotación: abuso y acoso sexual, discriminación abierta, pero no me atrevería a afirmar que la película no la muestra por ocultarla, sino porque quizá, más bien, no estuvo allí en este caso en particular. Quizá no es la familia de Cuarón la más cruda muestra de la explotación, el abuso y la violencia que se vive en el trabajo del hogar y esto no hace a Roma una apología o una romantización de la explotación, sino más bien una representación de lo que pasaba en su familia y sí; de la que Cleo formaba parte.
Es cierto que es problemático decir que una trabajadora del hogar es “como de la familia” y que oculta formas de violencia que, además, sí ayudan a la romantización del trabajo del hogar, romantización que hace que las mujeres que se dedican a ello se sientan comprometidas o agradecidas o encariñadas para, así, guardar tolerar o a callar ante los abusos. Pero… ¿es posible separar el trabajo del hogar de la socialización femenina que nos dice que debemos querer a los niños y niñas si somos mujeres y criamos? Yo creo que sí, pero creo que por eso es tan importante abolir tanto la división sexual del trabajo, como el trabajo del hogar y creo que para llegar a ello primero las trabajadoras del hogar deben organizarse para que el oficio sea uno profesionalizado y que cuente con todos los derechos laborares y humanos como cualquier otro empleo.
El trabajo del hogar es un tema complejísimo y aquí quiero hablar de cómo nos toca a las mujeres. El trabajo del hogar es una cosa que es destino para nosotras desde que la división sexual del trabajo establece que a nosotras nos toca lo reproductivo (cuidado y hogar) en tanto a ellos lo productivo. Eso define, además, nuestra ubicación espacial: a nosotras lo privado, a ellos lo público. Pero ha sido gracias el feminismo que llevamos más de un siglo cambiando ese permanente orden de las cosas: las mujeres ahora tenemos que trabajar gracias a un sistema económico que nos obliga a ello y, si bien las mujeres ahora tenemos acceso a educación y a oportunidades laborales, lo cierto es que esto ha hecho que asumamos una doble carga: la de las actividades reproductivas y las productivas. Las que tengan menos posibilidades, llevarán a cabalidad esta doble carga de trabajo: harán actividades productivas fuera de casa, para llegar a casa a hacer las reproductivas (porque los hombres o estarán ausentes en un mundo con cada vez más familias lideradas por mujeres solas o simplemente no asumirán cargas que no son “masculinas”). Las que tengan mayores posibilidades contratarán a una mujer que asuma ciertas cargas de esas actividades reproductivas y esas mujeres cuidarán a sus hijos e hijas, administrarán el hogar, harán la comida y esas mujeres, a su vez, harán trabajo del hogar doble: tanto el -mal- remunerado como el no remunerado (en sus propias casas). Pero no nos dejemos engañar: el trabajo del hogar, en cualquiera de sus formas (remunerado o no) sostiene la economía mundial.
Dice Manuel Castells (1978):
“El movimiento feminista está desafiando toda lógica de la estructura urbana porque es el subordinado papel de las mujeres el que permite el ‘mantenimiento’ básico de la vivienda, el transporte y los edificios públicos. Al fin y al cabo, si el sistema aún funciona es porque las mujeres garantizan el transporte gratuito (porque mueven personas y mercancías), arreglan los hogares, preparan las comidas cuando no hay comedores, porque pasan mayor tiempo haciendo las compras, porque cuidan los hijos de otros a falta de guarderías, porque ofrecen ‘entretenimiento gratuito’ a los productores cuando hay vacío social y ausencia de creatividad cultural. Siestas mujeres que ‘no hacen nada’ dejaran de hacer ‘sólo eso’, toda la estructura urbana sería completamente incapaz de mantener sus funciones.”
Y por eso es tan importante el movimiento de las trabajadoras del hogar: porque ayudará a tambalear al trabajo del hogar tal como lo conocemos y porque es muy probable que nos lleve, en unas décadas o siglos, a su abolición.

Aquí hay otro tema: mi primera impresión cuando vi Roma es que ésta es una película de mujeres… contada por un hombre. Ojo: no quiero invisbilizar a Libo. Cuarón menciona en muchas entrevistas como se sentó con Libo a escuchar sus recuerdos para escribir Roma, pero entonces ¿no es Libo una suerte de coautora de la obra? En fin, regresando al punto; ésta es una historia de mujeres y nuestras complejas relaciones en el nuevo entramado que tejemos donde unas han asumido labores productivas y otras las reproductivas (a costa de bajos salarios, explotación y discriminación). Sin embargo, y como mencionamos arriba, no es una relación tan sencilla, porque el trabajo del hogar, gracias a la socialización femenina es visto no sólo como destino, sino como amor a través de la maternidad. Entonces, ¿es apología el mostrar esa relación tan compleja que nos presenta el trabajo del hogar que implica, no sólo el trabajo, sino también los vínculos afectivos con la segunda madre, la crianza, el amor a los hijos e hijas ajenos? ¿es responsabilidad de Roma desmontar esa idea del trabajo del hogar remunerado igual a amor maternal y filial? ¿o es más bien una discusión que Roma nos permitirá tener? Pudiera parecer que Sofía es opresora y explotadora de Cleo pero… ¿en verdad lo es? ¿O es más bien el sistema heteropatriarcal a través de la división sexual del trabajo quien las oprime a ambas? Dice Federici que la meta debería estar en que la lucha del trabajo del hogar sea tanto de las que obtienen una remuneración de éste como de las que no, el Capital no se puede sostener sin el trabajo del hogar porque sin éste simplemente no sería y porque pagarlo no le permitiría la acumulación de bienes. El salario (o la regulación, visto de otro modo) es lo que ayuda a desnormalizar al trabajo del hogar como una acción sin valor y nos hace verlo como un trabajo. El salario, sin embargo, no es fin,sino medio para llegar a esa desnaturalización.
Entonces, ¿Roma hace apología o romantización de la explotación en el trabajo del hogar? No. El trabajo del hogar es explotación y se vale de la socialización femenina para normalizar esta explotación: se vale de la maternidad, del cuidado y de la sumisión de las mujeres. En ese sentido, Roma no es apología ni romantización, sino retrato y toca al espectador notarlo, hablarlo, problematizarlo.
Por otra parte, lo que las trabajadoras del hogar tienen que decir me parece sumamente importante. Lo que menciono a continuación parte de semanas de pláticas que he sostenido con activistas trabajadoras del hogar e integrantes del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar:para ellas es fortísimo verse representadas en Cleo. Para ellas -quizá- la única representación histórica de ellas mismas sean las telenovelas, las series cómicas que las retratan como personajes graciosos y las películas independientes que se desarrollan en dramas raros o profundos o de plano en tramas extrañísimas (como es el caso de Hilda, película mexicana que ellas me han manifestado que no les gustó por esa misma razón y que, seamos honestas, es un producto que poco alcanzable o visible para todas las trabajadoras del hogar en este país porque viene del cine independiente). ¿Qué pasa entonces cuando ellas se sienten representadas? Adelina me dijo casi llorando “es que para mí es así: yo igual que ella (Cleo), quise así a esos niños pero a mí me los quitaron” (haciendo alusión al hecho de que la despidieron sin dejarla despedirse de los niños a los que cuidó durante 8 años). ¿Qué pasa cuando por primera vez, y después de muchas representaciones fallidas o de plano falsas, las trabajadoras del hogar se sienten representadas? ¿Es en verdad una apología de la explotación? Otra vez, yo creo que no; que es una representación y que es imposible concebir el trabajo del hogar sin su complejidad en relaciones afectivas y humanas: lo humano no está carente de errores o de violencia. Una película puede mostrar eso. Un documental, quizá, sería más certero en las críticas que se buscan para hablar del trabajo del hogar, pero entonces Roma no sería Roma.
Para mí, la apología de la explotación viene de un sistema (que Cuarón representa a la perfección, con todos sus entramados complejos como la relación entre Sofía y Cleo) que nos dice que la maternidad,el servicio y el cuidado corresponde a lo femenino, a las mujeres y nos socializan, desde que somos niñas para ello. Nuestro género biológico, nuestra vulva, nuestra vagina, nuestro útero SON DESTINO. Nuestro género es la base dela opresión y por eso dice el feminismo radical que lo que hay que hacer es abolir el género (y lo que de él derive, por supuesto). Nos dijeron que cuidar y criar no eran opción y que órale pues, que estas mujeres liberadas salgan atrabajar pero no, nosotros -los hombres- no vamos a asumir esas cargas, que las asuman otras, las que estén hasta abajo, las mujeres racializadas, las pobres, ellas. ¿No ha sido entonces un engaño esa ‘liberación’? Y por eso ¡Abolir el género es meta! ¡Abolir el trabajo del hogar también!
Una teoría (aventurada)
Hubiese sido muy fácil para Cuarón financiarse un documental para hablar del trabajo del hogar o para hablar de la vida de Libo. También hubiese sido fácil hacer un producto panfletario o activista o simplemente un producto nostálgico y bonito para hacer un homenaje a Libo y a la ciudad y a su infancia. Pero… ¿hubiese pasado lo que está pasando? Por supuesto que no. Sabemos que Cuarón es un tipo social y políticamente comprometido y exacto y lo sabemos porque ha sabido expresar opiniones en momentos precisos (como después de ganar el Oscar por Gravity en donde fue a un periódico de circulación nacional a hacerle preguntas al entonces presidente Peña Nieto). Entonces tengo una teoría aventurada que me permito plasmar aquí: ¿y si resulta que esto es un plan urdido no solamente para ganar premios y reconocimiento en la industria del cine, sino también para que sea inevitable hablar del trabajo del hogar porque tenemos un producto tan bello, tan completo, tan poético, tan maravilloso que es imposible no hablar de él? ¿Y si Roma es sólo un vehículo en el que Cuarón no sólo plasma su talento para crear, sino que también salda una deuda histórica con la mujer a la que considera su segunda -si no es que su primera- madre?
Sí, es una teoría aventurada y no quiero decir (porque seguro que es también un deseo mío como feminista) que sea el fin último de la película, pero sí creo que Cuarón pensó y contempló estas respuestas a Roma.
Cuarón ha estado en contacto desde hace meses con las trabajadoras del hogar organizadas de este país. Ellas, a modo de público VIP, vieron Roma desde mayo, fueron las primeras críticas y son a quienes el director y escritor no ha soltado de la mano. A Marcelina Bautista le dijo claramente: me interesa que se hable de indigenismo y de trabajo del hogar. Y miren bien: estamos hablando de trabajo del hogar, de Yalitza Aparicio, de Tlaxiaco en Oaxaca, del mixteco… no estamos hablando sólo de la película. Pero sí, la película es un vehículo construido tan magistralmente que nos da para destapar más cosas a muchos niveles que escapan a la discusión de lo indie, lo intelectualoide, lo hipster de los círculos más exigentes de la crítica del cine. No, estas discusiones trascienden y lo han hecho también gracias a que sea Netflix quien distribuya y a que no se haya presentado en todas las salas (con todo el escándalo detrás) y a que haya una expectativa tan grande y las nominaciones a los Globos de Oro (¡y las que faltan!). Si me preguntan a mí, la jugada ha sido magistral y parece que por primera vez hablarán los que nunca han hablado sobre trabajo del hogar.

La realidad de algunos y algunas. Hay gente que ni se entera. El otro día escuché en un popular programa de radio a una conductora reseñar Roma y decir “se me hizo equis, o sea, sí está bien hecha y me acordé de la casa de mi abuela y de que en las fiestas las muchachas nos cuidaban a todos, o sea, sí sentí bonito de que me acordé, pero nada más”. Y ya. Listo. No hay profundidad, ni cuestionamiento, cero problematizar. En una de las funciones alguien escuchó decir a un senador que “eso le pasa por andarse metiendo ahí” cuando Fermín le dice a Cleo que no se va a hacer cargo de esa bebé. Y a eso nos enfrentamos. Al clasismo, racismo y machismo normalizados y a la invisibilización de las que están allí desde hace siglos. Hay maderas que nunca agarrarán el barniz, eso es cierto, pero… también hay personas a las que podemos (y debemos) incluir en esta conversación. “Hacer visible lo invisible” como dice el slogan del Centro de Capacitación para Empleadas del Hogar.
Lo que ganamos (y podemos ganar). Me parece maravilloso que estemos hablando así de tantas cosas: del Halconazo, de la Ciudad, del trabajo del hogar (y me gustaría que hasta del transporte público después de ver esos tranvías, pero bueno, ese es sólo un desesperado deseo mío). Lo cierto es que ganamos una discusión que quizá habríamos tenido, pero no así y no ahora. Las trabajadoras del hogar llevan 20 años organizándose y casi un lustro pidiendo la ratificación del convenio 189. Cuarón lo sabe porque Marcelina Bautista le dijo: esto es lo que queremos, ¿le entras o qué? Y por supuesto que él acepto. Viene un nuevo gobierno y ya están puestas sobre la mesa reformas a la Ley del IMSS y a la Lay Federal del Trabajo. El presidente López Obrador, además, ya dijo que se ratificará el tan ansiado convenio. Nos toca seguir hablando de esto y llevarlo a las comidas de los domingos, a que parejas, hermanos, hijos, y todos los hombres compartan las cargas del trabajo reproductivo, toca no violar los derechos laborales de las trabajadoras del hogar y toca escuchar las demandas de ese sector. ¿Ganamos? Sí, sí ganamos. Gracias, Roma.
Hay muchas otras cosas que quisiera decir, pero creo que prefiero dejárselas a los expertos en cine para analizar. Mientras: vayan a ver Roma y no dejen de compartir, cuestionar y debatir.
Desde que la vi he estado revisando reseñas, entrevistas, opiniones. Llegué aqui y encontré un texto que habla de algunas cosas que he tenido en mente pero no había encontrado. Tampoco creo que Roma sea una apología de la explotación y que, por el contrario, es un poderoso llamado de atención. Disfruté leerte.
Por último, me llamó la atención el slogan “Hacer visible lo invisible”. Esa frase la conozco hace mucho y fue dicha por un pedagogo italiano llamado Loris Malaguzzi, en referencia a todo aquello que sucede en el mundo infantil y que su propuesta, desde la documentación minuciosa de este mundo y sus dimensiones, busca precisamente, visibilizar. Curioso que esa frase se use para hablar de la cultura de la infancia que es otro sector profundamente ignorado y discriminado, y que aplique y tenga sentido también para la labor doméstica.
Cuántas cosas importantes invisibilizamos.
Por cierto, hay ahorita una muestra sobre la propuesta pedagógica que menciono, en el MUAC, vale la pena verla. Es en el Ágora.
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No creo que que Libo pague ISR ni de CFDI por sus servicios.
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Muy buen análisis sobre la película, y si hay que verla varias veces. Toca temas álgidos y dolorosos, las críticas en su mayoría lo reflejan. Me parece un reconocimiento a la obra de Cuaron que haya levantado tanta polémica y que nos invite a pensar.
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This wass great to read
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