Bertha Corte y los dingos australianos (o del machismo en la movilidad en México I)

Escuché los aullidos a lo lejos y dije ‘qué es eso’ y luego los escuché más cerca y luego más cerca… y luego empecé a ver sus ojos. «¿Y qué hiciste?» le pregunto. Pues me escondí como pude detrás de la instalación de una estufa que había allí, con todos los aditamentos que traía: el casco y demás. Luego me puse la bicicleta al frente y grité a todo pulmón. Prendí fuego y luego hice ruido con mi máquina para inflar llantas (y la arruiné). No pegué el ojo en toda la noche. Si yo hubiera visto los reportajes sobre dingos australianos que meses después vi en la televisión, no me hubiera atrevido a hacer lo que hice.

¿Qué hizo Bertha? Pues fue la primer mujer en dar la vuelta a Australia «sola» con su bicicleta.

Un cafecito en la Roma. Bertha y yo nos queríamos conocer. La reconozco por las ropas verdes brillantes de ciclista y el pelo en azul verdoso. Tiene 60 años y parece una ciclista 20 años menor.

Nos queremos conocer porque nos unió el machismo detrás del Sexto Foro Mundial de la Bicicleta y que ambas nos sentimos derrotadas y con ganas de dedicarnos a otra cosa. Bertha vive en Australia con su marido, pero viene cada ciertos meses a ver a sus hijos que viven en la Ciudad de México. Empezamos a platicar de su viaje por Australia y le pido grabarla. Me dice que es una historia que ya ha contado mucho, pero que sí, que puedo grabarla.

Bertha es como una luz al final del camino para mí. Hoy detecto algo en mí y mis amigas feministas activistas de la movilidad: estamos cansadas y profundamente afectadas por todo lo que ha pasado en fechas recientes. Emocionalmente ha sido tan desgastante que duele. Pero creo que debemos tenerlo claro: el patriarcado (y quienes se benefician de él) justamente quieren que nos sintamos así: inseguras de nosotras mismas: «¿y si la regué cuestionando lo que cuestioné» (aunque sepas que tienes todos los argumentos para cuestionar lo que cuestionaste?, «¿y si ellos tienen razón y tengo problemas de ego?» (aunque no te conozcan y nunca hayan hablado contigo), «¿y si es cierto que soy problemática por criticar lo criticable y en verdad nadie quiere/puede trabajar conmigo?» (aunque nunca hayan trabajado contigo), «¿y si soy tan mala y tan chafa como ellos dicen?» (aunque tu trabajo -la buena calidad de tu trabajo- te amparen)… Pero así nos quiere el patriarcado: cansadas, inseguras, calladas… ¡eso! que no critiquemos más, que nos callemos.

Bertha fue ambientalista de los ochentas, cuando el ambientalismo en México y en el mundo era otra cosa. Psicóloga de profesión y estudiosa de las neurociencias, se inicia en estos temas gracias a un estudio de los males emocionales que generaba en los humanos la invasión ratas en Tlateloco, lo que le hizo descubrir y estudiar acerca de los graves efectos de no manejar los residuos en las zona; a partir de allí, Bertha nunca dejó el ambientalismo y lo estudió a partir de los efectos negativos del cambio climático en los humanos, sus conductas y sus emociones. Con el paso de los años, Bertha se convirtió en una burócrata de larga carrera que trabajó para el PNUD y que durante años fue una cochista redimida; jamás en su vida en la CDMX se movió en Bicicleta porque a los 18 años un camión la «aventó» y y nunca quiso volver a tomar una bicicleta en la ciudad. En los dosmiles se cansó de la capital del país y compró una casa en Colima, adonde se disponía a pasar los últimos años de su vida. Fue en Colima donde, al ver la actividad comercial entre nuestro continente y el australiano y derivado de su actividad profesional, se le ocurre que es posible ir a esa parte del mundo a vender tecnología verde creada por mexicanos. Viaja a Australia y es allí donde se lleva la primera gran decepción: los australianos y los neozelandeses sólo ven a México como un país peligroso y lleno de criminales. Es en Nueva Zelanda donde Bertha inicia su verdadero viaje: fue un hombre neozelandés el que al hacer un comentario racista, ofende profundamente a Bertha se y, después de tantos meses de escuchar los peores comentarios de México provenientes de esta gente al otro lado del mundo, Bertha coge su bicicleta (una bici de segunda mano que acababa de comprar para recorrer las comunidades en Nueva Zelanda de manera más barata) y se pregunta qué puede ella hacer para remediar esta situación; al tiempo que las lágrimas recorren sus mejillas y el coraje le carcome las tripas, la bicicleta que pedalean sus pies es la que le da la respuesta que busca, la cadena rechina debajo de ella y entonces toma una decisión que le cambiaría la vida: iniciaría su viaje en bicicleta para promocionar a México y hablarle a los australianos de que su país no es lo que ellos piensan. Se puso una meta: primero recorrería parte de Nueva Zelanda hasta Auckland, si era capaz de hacer tal cosa, entonces podría recorrer Australia.

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Primer recorrido de Bertha Corte en 2010. Casi 1000 kilómetros de recorrido en mes y medio https://goo.gl/iv9v8W

 

Así, Bertha inicia su viaje por Australia dos años antes, en alguna carretera rural de Nueva Zelanda con el coraje de demostrar que México es un gran país. Bertha recorre en mes y medio una gran parte de Nueva Zelanda con su bicicleta antes de regresar a Australia, es con ese cicloviaje que se da cuenta de que tiene que prepararse mental y fisícamente para recorrer el otro país que no era nada comparado con Nueva Zelanda. Bertha se dijo que si con esos casi 1000 kilómetros había podido, podría con lo demás. «Y para su mala suerte estaba en la menopausia», es decir, tenía la fuerza y nada la pararía.

 

FireShot Capture 5 - Recorrido de Bertha Corte en 2010_ - https___www.google.com_maps_d_u_0_edit
En 2010 Bertha inicia con un «modesto» viaje de mes y medio. Se planteó que si podía hacer ese viaje, entonces podría hacer el recorrido alrededor de Australia.

Es hasta dos años después (2012), tras preparación física y mental, que toma la bicicleta y sale de Sidney rumbo a Brisbane. Para saber del viaje de Bertha es necesario comprar y leer su libro «15,547 Desafío a la Mexicana», que da cuenta de la primera parte de su viaje y hay que prepararse para el segundo libro (y el tercero, cuarto y quinto). Bertha adelanta que el segundo relato será uno de los más impresionantes porque da cuenta de todas las dificultades que pasó en el tramo más difícil, solo, salvaje y peligroso de Australia (y donde inició el viaje más profundo a su interior). En el segundo libro Bertha hablará del ataque frustrado de los Dingos y de cómo logró escapar una noche de los aborígenes que amenazaron con matarla (aprovechando un descuido de ellos). Ese libro se anticipa el más profundo por el viaje interior que representó pero también porque «se lo echó sola»… ¿cómo así? Pues en ese trayecto de Cairns a Darwin no hay ciudades y hay trayectos de cientos de kilómetros en los que no hay manera alguna de acceder a agua o alimentos: la Australia Salvaje. Así, existen empresas que se dedican a apoyar a cicloviajeros; es decir, empresas que llevan vehículos automotores que cargan con agua, alimentos, primeros auxilios y herramienta, en tanto los cicloviajeros viajan con su bicicleta a unos metros en caravana. Siendo el trayecto más difícil, Bertha estaba preparada para, en Cairns, recibir apoyo económico de algunos actores y ex compañeros ambientalistas en México para poder continuar el viaje y contratar a la empresa de las caravanas (con un costo de aproximadamente 200 dólares al día). Pero ese apoyo nunca llegó derivado del ambiente político en el México del 2012, el año presidencial. Bertha no estaba preparada mentalmente para el trayecto más difícil y peligroso de su viaje. Betha se da poco crédito y afirma no ser escritora, sin embargo, el primer libro está hermosamente escrito (basado en sus bitácoras de viaje) y lleno de fotografías que nos hacen imaginar las cosas que vio.

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Carretera 1, un anillo que rodea Australia y que fue la principal ruta usada por Bertha para recorrer Australia en 2012 y creada en los 70s. Fuente: Wikipedia

Bertha recuerda fuertemente cómo, si su mayor motivación para pedalear era hablar de México (y un profundo enojo por el racismo y por la mala imagen de México en Australia, intensificado por la menopausia que a los 52 años vivía), la segunda motivación era demostrarle a su esposo que sí podía hacer el viaje; aquel creyó que ella no sería capaz de concretar ese viaje. Bertha cuenta cómo lo hablaron meses antes y él le dijo que estaba de acuerdo con el cicloviaje; el mismo día que ella salía de Sidney, él le dijo ya no estar de acuerdo.

-¿Entonces por qué me dijiste que sí?

-Porque no creí que lo harías.

-O sea que tú querías que no lo lograra para reírte de mí toda tu vida.

Mientras más ganas de tirar la toalla le daban, más se acordaba de que no iba a regresar a ninguna derrota.

El tercer libro hablará de cómo terminó el cicloviaje australiano, en tanto el cuarto será el libro sobre su primer cicloviaje en México. Bertha afirma que México es un mejor país para hacer cicloviajes que Australia. Mientras me cuenta, me doy cuenta de que claro que tiene razón: el México no urbano es un México al que aún no llegan los valores del capitalismo profundo, esos que indican que el consumismo y el individualismo deben ser parte de nosotros. «En Australia sólo 6 australianos me recibieron con mi bici y platicaron conmigo, en México era diario: comida, una cama, plática». Para Bertha México es definitivamente un gran país para recorrerse en Bicicleta. En el quinto libro hablará de su viaje por el altiplano y cómo en San Fernando, Tamaulipas (sí, en el mismo San Fernando), al no tener dónde quedarse al caer la noche, esa gente recorrida por el miedo y la violencia, fue la misma que le abrió las puertas de la iglesia para pernoctar. De eso hablará Bertha también: de cómo México es un gran país a pesar de toda la violencia que nos cruza. «Yo estoy haciendo política internacional a favor de México», dice Bertha.

«Yo nunca pensé en recorrer kilómetros, yo empecé a pedalear para difundir la otra cara de México», lo que a Bertha movía era hablar bien de su país; «a lo mejor por eso me transformé de una ejecutiva de las Naciones Unidas a una mujer trashumante». Cuenta cómo llegaba a las ciudades y llegaba a bañarse para acudir muy guapa a los medios a hablar de México, pero que muchas veces le cerraban las puertas en la cara. Fue cuando un día, a falta de tiempo, llegó directamente con su bici, sudor y lodo  -«toda hecha un desastre»- a las puertas de los medios (dirección que investigaba desde días antes)  y fue allí que cayó en cuenta de que llegando de esa manera a difundir su mensaje llamaba más la atención y entonces se convirtió en su mayor estrategia de marketing (el brochure de México armado por ella misma era solamente un extra).

-¿Quién te invitó al FMB6?

-Nadie. Mi hija me dijo que habría un foro internacional de la bici en México y yo decidí ir.

Por alguna extraña (NOT) razón en el mundo se habla más de cicloviajeros que de cicloviajeras. No sólo porque sean menos sino porque el statu quo tampoco quiere que las mujeres ocupemos los espacios que deberían ser ocupados sólo por hombres. Recordemos que las ciudades mismas están hechas desde el patriarcado y que hoy, con el feminismo y con la ocupación cada vez más frecuente -y rebelde- de las mujeres en el espacio público, los hombres -a manera de práctica de dominación- recurren a formas violentas de control para decirnos que debemos regresar a lo privado, al ámbito del hogar: nos acosan, nos abusan, nos violan y nos matan. ¿Qué nos hace creer que en la representación de nuestros espacios activistas no sucede lo mismo? Las mujeres cicloviajeras siguen sin ser un tema (para algunos), a pesar de que la experiencia del ser mujer y, además, el tomar una bicicleta en los espacios en que se supone no «debemos» y está «mal visto» hacerlo, la hace una experiencia completamente diferente. Lo irónico, triste y molesto es saber que es el mismo pensamiento detrás de la primer cicloviajera del mundo (Annie Londoderry); fue a finales del Siglo XIX (1894) que Annie se propuso recorrer 5000 kilómetros del mundo en bicicleta, iniciando su viaje en una bicicleta “para mujer” y en medio de las faldas de la época victoriana. Apenas poco había recorrido Annie “Londonderry” Cohen Kpchovsky (de Nueva York a Chicago) cuando cambió sus faldas por unos bombachos (una especie de falda-pantalón ancha mucho más cómoda y que permitía mayor facilidad de movimientos), y su pesada bicicleta Columbia de mujer, por una Sterling para caballeros, mucho más ligera. Annie se convirtió entonces en la mujer que “dejó” marido e hijos para perseguir aventuras y convertirse una de las precursoras de la “nueva mujer”; que sería parte de la primera ola de feminismo y donde la bicicleta fue una de las grandes emancipadoras de las mujeres en el mundo.

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Imagen de la nueva y temida mujer en 1897. Antes las criminalizaban por dejar a sus hijos y a sus esposos. Fuente: https://goo.gl/MXerXw

El machismo fue una denuncia constante en contra del FMB6. Así, una valiente chica tapatía llamada Dévora logra meter un panel de cicloviajeras al FMB6 a pesar de la reticencia de algunos de sus organizadores. Yo sería la moderadora de ese panel (al que finalmente decidí no acudir a manera de protesta derivado de la misma violencia machista mencionada arriba). El problema del machismo es que se lo toma todo a mal: el machismo es  un señor manipulador cuya masculinidad tradicional dicta que todo debe estar en una permanencia inmutable; que nada debe cambiar y que está bien que los espacios los sigan ocupando los hombres. ¿Cómo han logrado esta permanencia en los espacios activistas de la movilidad? Nos han dicho que la crítica es mala y que el/la que critica no sólo divide, sino que es malx, problemáticx y que con él/ella no se puede trabajar; así han condenado al ostracismo a lxs que con argumentos han elegido la crítica y la autorítica (tan necesaria en estos tiempos). Bertha es hoy otra paria (como yo y tantxs otrxs): ¿por qué? porque osó criticar las formas y las falencias del FMB6 para con los cicloviajeros.

Bertha hizo cicloviaje rumbo al FMB6 desde Colima. Partió sola y en Querétaro se encontró con otro grupo de cicloviajeros (su primera vez acompañada). Se decía que habría más de 50 cicloviajeros internacionales. Nadie la había invitado, pero ella quería estar acá. En el camino, Dévora Barrera (ciclista de 25 años originaria de Guadalajara) la contactó para el panel a la vez que aún no estábamos seguras de que sucedería. Dévora, es una joven mujer que también agarró su bici y sin mayor preparación recorrió el sureste de México, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. Dévora es increíble: hizo de todo para hacer que los organizadores del FMB6 vieran la necesidad de hablar de las cicloviajeras (porque cicloviajeros ya había, no se les olvide): gritó, pataleó, argumentó… y se salió con la suya. Bertha viajaba camino a la Ciudad de México cuando Dévora nos avisó que el panel finalmente sí sucedería. Pero al llegar a la CDMX Bertha descubriría que no sólo habían colocado el campamento de cicloviajerxs lejos de la sede del Congreso (el Centro Histórico de la ciudad y Ciudad Universitaria de la UNAM, que se encuentra aún más lejos de ese parque en la Delegación Miguel Hidalgo que sirvió como el refugio de los Cicloviajerxs); sino que también los 50 cicloviajeros eran estos 12 mexicanos más otros 5 extranjeros. No sólo eso sino que además, las quejas entre los extranjeros que habían estado en Chile en el FMB5 eran constantes. En México les habían tratado muy mal porque el campamento no sólo estaba lejos, sino mal equipado, no había ni agua para café (y mucho menos café) y los horarios para bañarse eran limitados y ridículos. Bertha decidió no dejar al grupo de cicloviajerxs que ella misma guió (a pesar de tener donde quedarse en la ciudad) porque le parecía que tenía que permanecer a su lado sí o sí. Pero Bertha cometió un «error» garrafal: osó criticar estas fallas del FMB6 para con los cicloviajeros. Bertha se convirtió en paria como nos convertimos tantos otros. Porque el movimiento en México es así: si criticas eres, en automático, «el enemigo nomber guan». Pero recordemos que Bertha Corte es una apasionada de su país. Bertha criticó a la par que hizo una propuesta amable y conciliadora para que en Lima (sede del FMB7) se mejoren las condiciones para con los cicloviajeros. En palabras de Bertha: «un evento internacional de bicicletas debería recibir a sus cicloviajerxs de la mejor manera». Aún así, recibió toda clase de insultos.

Bertha trae también como piedrita en el zapato el hecho de que los reflectores del cicloviaje se los haya llevado Felipe Besné Navarro, cicloviajero mexicano que recorrió de México a la Patagonia en 2 años y tiene 27 mil kilometros de cicloviaje (Bertha recorrió Australia en 11 meses y tiene casi 30 mil kilómetros recorridos, pero quién está contando, ¿cierto?). En honor a la verdad podemos ser muy progres en la movilidad en México, pero el machismo en este país es una realidad y seríamos muy estúpidos si creyéramos que porque somos muy cool no lo reproducimos en nuestros espacios. Es una realidad que, teniendo dos cicloviajerxs de la magnitud y fama de Bertha y Felipe Besné, el que se llevó los paneles, las fotos, los tuits y la atención mediática fue Felipe. OJO no sólo para el FMB6 sino para todos los que cubrimos estos asuntos. La pregunta yace tan fuerte como desde el principio: ¿por qué seguimos hablando de cicloviajeros y no de cicloviajeras? Basta ya, ¿no?

Tristemente Bertha no sólo se enfrenta al machismo del FMB6, sino al machismo interiorizado que tenemos todxs porque Bertha es más de lo que ella piensa de sí misma. Es decir, a nosotras, las mujeres, desde que somos niñas nos dicen que hablar bien de nosotras y de nuestro trabajo está «mal»; para cuando somos mujeres adultas ya hemos aprendido a callar nuestros logros porque hablar bien de lo que hacemos estará mal visto y entonces ya no seremos queridas o admiradas… ¿Qué pasa entonces? Que en este mundo patriarcal y acostumbrado a los hombres que sí hablan bien de su propio trabajo, las mujeres que no nos «presumimos» somos consideradas «débiles», no subimos en las empresas/organizaciones y no obtenemos los puestos y ascensos. Bertha ha cedido a los comentarios y se pregunta si en verdad es tan mala como se dice de ella. Dice que ella asume que no es ciclista y cicloviajera y yo pienso… ¡pero Bertha! ¡Eso no te lo da un papel o un comité evaluador de los cicloviajerxs del mundo (que casualmente serán hombres)! Eso te lo das tú y tienes con qué dártelo: tus casi 30 mil kilómetros recorridos en el mundo. Tu vuelta a Australia y el haber recorrido gran parte de México en tu bici. Bertha está pensando seriamente en dejar el mundo del cicloviaje porque, derivado de sus fundamentadas críticas, no faltó el machista presto a decirle que se equivoca y que lo suyo es un problema de ego y de envidia. Bertha duda de sí y le han hecho creer que sí, que probablemente ella es la culpable de que el mundo se divida (es que las mujeres siempre tenemos la culpa). Me dice: «Es que estoy pensando que a lo mejor tienen razón y que es mejor que yo me retire porque estoy haciendo más mal que bien». Y le digo:

Es que quieren que te calles, Bertha. No quieren que los critiques, quieren que te sientas mal de hacerlo. Bertha; son como los dingos. Quieren que te escondas y que les tengas miedo para no seguir con tu viaje. No los dejes.

Y sí, son como los dingos. Pero no nos vamos a callar ni vamos a dejar de rodar, ¿verdad?

 

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Bertha Corte en León, Gto. Abril 2017. Foto: Tere Bere, tomada del Facebook de Bertha Corte.

 

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Una respuesta a “Bertha Corte y los dingos australianos (o del machismo en la movilidad en México I)

  1. Excelente artículo. Que pena que el machismo siga tan presente hasta la fecha, inclusive en el ciclismo «incluyente». Ánimo, sigan pedaleando y sigan a inspirando a mujeres y a hombres como yo a salir a descubrir México y el mundo en dos ruedas. Un abrazo fraterno 🙂

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