Esto no es una apología de la mujer enojada

Esto es un texto para decirles que podemos estar enojadas y que está bien estar enojadas. No es una apología, es una reivindicación y una declaración. Enojarse está en la naturaleza humana de todos, sin embargo…

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Nicki Minaj enojada reivindicando su enojo de mujer  afroamericana.

«Estudios muestran que, cuando los hombres están enojados, las personas tienden a perder confianza y a postergar sus opiniones. Cuando las mujeres están enojadas, lo opuesto sucede. Estudios también muestran que las personas ooptarán por trabajar con hombres que se comunican en tonos enojados-agresivos pero no con mujeres que se comunican en tonos enojados-agresivos.

Las niñas tienen más probabilidades de aprender que sus sentimientos de enojo, sin importar la razón que los causa,están  «mal» y fuera de sintonía con su identidad femenina. También hay más probabilidades de que intuyan que mostrar enojo pone a sus relaciones en riesgo. Aún peor, asocian el enojo con ser poco atractivas en medios sociales en donde se muestran pocas cosas como «peores» para las niñas.

Estos mensajes comienzan inmediatamente. Las ideas de enojo en niños rápidamente se infunden basadas en sesgos de los padres y las expectativas de género. En un estudio, los recién nacidos fueron vestidos en ropa de colores y formas neutrales (sin mostrar estereotipos de género) y los padres fueron engañados acerca de su género, quienes fueron mucho más propensos a describir a los bebés que creían eran niños como «molestos» o «enojados» y a las niñas las categorizaron como «lindas» y «felices».

En general, comenzando cuando son niños pequeños, a los niños se les da más libertad para «perder el control». Los padres y proferores esperan que las niñas tengan la capacidad de autocontrolarse más y de cumplir con expectativas más altas. Muchos padres no sólo piensan que los niños no pueden autocontrolarse, sino que también, inconscientemente, esperan que los niños muestren enojo y las niñas sean sociables. Cuando los niños no se adhieren a estos estereotipos, los padres responden, normalmente de manera inconsciente, en formas que desarrollen estos rasgos estereotípicos. Para las niñas, esto significa una total sublimación.

El enojo se desvía en el caso de las mujeres, quienes, de niñas, pierden conciencia de su propia ira como «ira». Las niñas son enseñadas, a través de normas de cortesía, a suprimir conductas disruptivas para usar métodos indirectos para lidiar con el enojo. Por ejemplo, no es «de una dama» el ser ruidosa o vulgar o hablar con groserías puede parecer poco atractivo en mujeres.

Las niñas adaptables encuentran formas socialmente aceptables para internalizar o canalizar su malestar y su ira, a veces a un gran costo personal. El comportamiento pasivo agresivo, la ansiedad y la depresión son efectos comunes. El sarcasmo, la apatía, y la crueldad han sido relacionados con rabia contenida. Comportamientos problemáticos, tales como mentir, faltar a la escuela, el bulllying, el ser socialmente torpes, son a menudo signos de que un adolescente está tratando con rabia contenida que no son capaces de nombrar como la ira.

De acuerdo con la Asociación Americana de Psicología, tanto los hombres como las mujeres sienten ira y vergüenza relacionada con la ira, pero lo sienten de manera diferente. Para los hombres, la ira refuerza las expectativas tradicionales de género, para las mujeres la ira les confunde. Ese conflicto en sí mismo es una fuente de ansiedad.»

Para leer el artículo completo puedes checar este link. 

Las mujeres no podemos estar enojadas según la creencia popular porque nos vemos mal. Eso no sólo nos pasa a las mujeres comunes y corrientes, le pasa también a las mujeres en todos los sectores. En el entretenimiento, por ejemplo, no puedes ser Nicki Minaj y levantarte en una entrevista en la que te muestras claramente enojada y habrá decenas de notas hablando de ti y tu mal comportamiento y tu actitud de «diva» (por enojarte).

 

Para que quede claro: enojarse es normal. Indignarse también. Que nos moleste algo, completamente normal. La cosa es decirlo. En las últimas semanas hubo alguien que me dijo que mientras él hacía crítica, yo era una resentida (a exactamente los mismos actos). Evidentemente me molesté. Porque me molesto, ¿sabes? Como cualquier persona haría. Pero me molesto aún más cuando es porque como soy mujer mis actos son descritos bajo adjetivos negativos y para ellos, por los mismos actos, se les asignan adjetivos positivos. Mientras discutía con El Crítico, uno de sus amigos le defendía y me decía: «si, es que mi amigo El Crítico hace crítica, en tanto tú haces ataques personales. Opino que no deberías de molestarte o «. Por cierto, el amigo del crítico era hombre y yo, evidentemente molesta le dije: querido, yo me molesto por lo que quiera y harías bien en respetar mis molestias en vez de invisibilizarlas. El Crítico me dejó hablando, por cierto, lo que incrementó mi furia. Porque sucede entre los Señores Críticos que son buenos para tirar la piedra y esconder la mano. Y claro, si nos enojamos somos unas «locas, exageradas, malcogidas, arenosas, dramáticas» y pues ellos, tan ecuánimes, no tienen porque tolerarlos y tolerarnos a nosotras y nuestros «dramas» (aun cuando sean quienes comienzan el conflicto).

Dos días despues otro Gran Señor osó quejarse de algo conmigo sobre un trabajo en común. Le contesté y le dije: tienes razón en algunas de tus quejas y aquí están las mías. ¿Su respuesta? «no empieces». Típico. El «no empieces» se lo decía mi papá a mi mamá cuando había pleito y con los años son frases que el mismo Gran Señor (mi papá)  me dice a mí cuando no quiere que uno responda a sus agresiones. Típico de Grandes Señores. Porque ellos, claro, sí pueden decirte lo que les molesta, inquieta y enoja. ¿Tú? Tú no empieces y bájale a tu drama.

¿Lo rídiculo? Este conducirse no se queda en los hombres que nos paran en seco y prohíben que las mujeres nos enojemos; porque es la imagen «buena» de lo que debemos ser, la buena mujer es la que no es enojona, la que es sumisa, la que no se mete en problemas, la que tiene la inteligencia emocional de no armarla de pedo. Las recompensas son muchas: no terminamos ni relaciones ni amistades. Son mejores las mujeres que no tienen pedos, que mantienen la calma (sí, aunque por dentro estés que te lleva la chingada). Esto no se queda en los hombres que nos paran en seco, va más allá: son otras mujeres las que nos dicen que no vale la pena enojarse, que hay que mantener la calma, que hay que estar tranquila.

Qué tal cuando un Gran Señor Editor me escribió muy enojado para decirme que qué me pasaba y qué por qué decía las cosas así (entiéndase a mis declaraciones sobre Movilidad, el tema al que me dedico). Que tenía que bajarle a mi tono «aleccionador» y que conseguiría más aliados en mis luchas y decires si decía las cosas de manera más amable. Le dije: «oye, señor editor pero yo nunca soy grosera. Digo las cosas muy directas y ya y si me atacan me defiendo». A lo que contestó: «no no, es que con ese tono no le caes bien a nadie.»

Antes de ser feminista me hubiera autocuestionado mi proceder, ¿y si tiene razón? ¿Y si mejor le bajo dos rayitas? ¿Y si se enoja conmigo y me deja de hablar? ¿Y si me estoy pasando? … Estos cuestionamientos eran luchas internas que me causaban mucha ansiedad y que al final me hacían reprimirme. Y así funciona: a ellos les enseñan a aplicar esta manipulación para que nosotras nos autocuestionemos al punto de la ansiedad para, finalmente, callarnos. Son formas muy sutiles de violencia que ellos aprenden a ejercer desde muy temprana edad (y que no saben que es violencia que ejercen). Al feminismo le agradezco el saber que puedo estar enojada, rabiosa, indignada y que tengo razones para estarlo y que, además, mis argumentos no pierden validez por ello. Y al contrario: me puedo enojar todavía más si llega un hombre a decirme que le baje al tono. Al Señor Editor le dije: «oye, Señor Editor, como tú me dijiste alguna vez, ¿no será que lo que te chica te checa y por eso te molesta mi tono? Quizá deberías cuestionarte por qué te molesta lo que digo y cómo lo digo.»

El señor editor no me ha vuelto a hablar desde entonces. Es curioso porque en teoría es un señor muy Progre y tiene dos hijas pequeñas. ¿Les enseñará que enojarse y decir las cosas con los pelos de la burra está mal..?

Tenemos también al Señor CIDE y al Señor Social Media. Ambos en distintos puntos de la vida me escribieron para decirme, textual y sin saludo de inicio: «me cagas». Sobra decir que me dio risa y contesté con un «¿?» a lo que me dijeron (palabras más, palabras menos): «ya cállate, me cagas por cómo dices las cosas, te crees mucho». ¿Qué le contestas a los hombres que te dicen eso? Nada. La Dana NO feminista se hubiera sentido mal y quizá habría buscado caerles bien y cambiar sus formas. A la Dana Feminista -que es además una orgullosa y feliz feminista- le vale madres caerle bien a este tipo de señores. Es más, «si les choca, les checa». Me da la impresión que es el patriarcado que les dice que las mujeres no pueden decir las cosas, ni saber cosas, ni estar enojadas, ni ser quiénes son…

Así que esto no es una apología de las mujeres que se enojan. Esto es una reivindicación. Si me agredes, no esperes que no te conteste. Si no me tratas con respeto, no te sorprendas que no te trate con respeto. Las mujeres nos enojamos. Las mujeres sentimos. Las mujeres nos molestamos. Las mujeres nos indignamos. Y sí, muchas estamos enojadas y lo estamos porque somos más conscientes de todas las maneras en que somos violentadas (y que antes confundíamos con autocuestionamientos: ¿seré mala? ¿estaré mal? ¿y si mejor me quedo callada? ¿y si se enoja conmigo? El patriarcado que siempre nos hace creer que tenemos la culpa). Tenemos derecho a estar enojadas por lo que nos indigna en el mundo y tenemos derecho a encabronarnos todavía más porque pretendan callarnos bajo el argumento de que una se ve mal enojada. Como dice Rebecca Solnit:

 

Ensayo de Rebecca Solnit (disponible en Amazon)

«La mayor parte de las mujeres peleamos la guerra desde dos frentes: una por cualquiera que sea el tema putativo y otra por el simple derecho a hablar, a tener ideas, a ser reconocida como poseedora de hechos y verdades, a tener valor, a ser un ser humano»
Esto no es una apología, es una reinvindicación y es una declaración. Es una reivindicación desde nuestra posición de mujeres y las razones que tenemos para estar enojadas y desde todas nuestras formas: desde lo que nos violenta como mujeres de todas las clases y desde ser indígenas o afromexicanas o de clase baja o… La reivindicación parte de todos los reconocimientos posibles a los que estamos sujetas. Las mujeres tenemos razones para estar enojadas.

Esto no es una apología, es una reivindicación y una declaración.

 

Por cierto, a mis 29 no ha habido ni un hombre en mi vida que, tras ejercer la violencia de manipularme, callarme o explicarme lo que sé (y él no) me haya pedido una disculpa por hacerlo. Seguiremos esperando…

 

 

 

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